Acero

Eficiencia energética en la industria del acero

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La industria del acero es uno de los sectores más intensivos en consumo energético a nivel industrial, con una demanda térmica y eléctrica significativa derivada de procesos de fusión, colada continua, laminación, tratamiento térmico, y servicios auxiliares como aire comprimido, bombeo y ventilación. En plantas integradas, la energía térmica —principalmente en forma de gas combustible, vapor y aire precalentado— puede representar hasta el 70% del consumo energético total, mientras que en acerías eléctricas la energía eléctrica asociada a hornos de arco puede superar el 50%.

Uno de los focos de mejora energética más relevantes se encuentra en la optimización de hornos de recalentamiento, tratamiento térmico y calderas auxiliares. Mejorar la eficiencia de combustión mediante ajustes de relación aire-combustible, automatización de purgas y recuperación de calor de gases de escape permite reducir considerablemente el consumo de combustibles fósiles. La instalación de recuperadores de calor o regeneradores en hornos de alta temperatura posibilita precalentar aire de combustión o alimentar circuitos de agua caliente industrial, optimizando el uso de energía térmica disponible.

La gestión de vapor, aunque de menor magnitud en comparación con otras industrias, mantiene importancia en servicios auxiliares, sistemas de calefacción de fluidos, lavado y limpieza de equipos. En este punto, asegurar la correcta aislación de cañerías, purgadores en buen estado y maximizar la recuperación de condensados permite reducir pérdidas y mejorar la eficiencia global de los sistemas térmicos.

En plantas integradas o que cuentan con hornos de coque o altos hornos, la cogeneración a partir de gases residuales —como gas de horno alto, gas de coque y gas de acería— es una estrategia habitual para generar energía eléctrica y vapor de proceso. Estos gases, que anteriormente se desperdiciaban o se quemaban sin aprovechamiento, hoy se valorizan mediante calderas de recuperación y turbinas de vapor, disminuyendo la compra de electricidad y reduciendo las emisiones de CO₂ de la planta.

En paralelo, los consumos eléctricos en la industria siderúrgica son relevantes, especialmente en acerías eléctricas, sistemas de bombeo, ventilación forzada, captación de polvos, laminadores y circuitos de refrigeración. Los sistemas de aire comprimido, de uso intensivo para accionamientos neumáticos, limpieza y control de válvulas, suelen presentar importantes pérdidas por fugas —entre el 20% y el 30% en plantas sin gestión adecuada— y sobredimensionamientos que generan consumos innecesarios. Una gestión eficiente incluye detección y reparación de fugas, ajuste de presiones, control secuencial de compresores y la incorporación de variadores de frecuencia (VFD) para modular su operación según la demanda real.

Asimismo, los sistemas de bombeo y ventilación en circuitos de agua de refrigeración, sistemas de despolvorización y transporte de gases suelen estar sobredimensionados o funcionar a velocidad fija. La instalación de VFD, junto con sensores de presión y temperatura, permite modular caudales según las necesidades de cada momento operativo, logrando ahorros eléctricos que pueden alcanzar entre el 20% y el 40% en estas aplicaciones.

Un aspecto crítico en las plantas siderúrgicas son las torres de enfriamiento, que disipan el calor generado en hornos, laminadores y plantas de tratamiento de humos. La acumulación de suciedad, incrustaciones en los rellenos, distribución deficiente del agua y ventiladores sin balance o con velocidad fija reducen su capacidad de disipación térmica. Esto eleva la temperatura de retorno al sistema y obliga a los equipos de bombeo y enfriamiento a trabajar en condiciones menos eficientes. El mantenimiento preventivo, la regulación de caudales y velocidades, y la incorporación de VFD en los motores de los ventiladores permiten optimizar su rendimiento, reducir consumos y extender la vida útil de los equipos asociados.

En conjunto, la combinación de estas acciones permite a las plantas siderúrgicas reducir su consumo energético global, mejorar su competitividad y reducir su huella ambiental, en un contexto en el que las regulaciones sobre emisiones y la presión de los mercados internacionales exigen procesos cada vez más eficientes y sostenibles.

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